Fotos escolares, ropa usada durante los primeros días de vida, trofeos de natación, álbumes con dedicatorias de sus compañeras de escuela, cuadernos de primer grado y de la primera comunión, un vestido blanco de novia que había comprado para el casamiento de Susana (hija) pero que jamás pudo ser usado debido a que fue desaparecida un mes antes de la fecha prevista; entre otros valiosos objetos fueron puestos al resguardo del paso del tiempo por Susana de Marrocco, madre de cuatro hijos, dos de los cuales fueron secuestradas y desaparecidas durante la última dictadura militar.

Tras el paso de algunos años, la hermana menor de la familia, Julieta, se reunió con representantes de la Comisión Especial del Museo de la Memoria Popular de Gualeguaychú y donó los valiosos objetos, explicando la importancia y particularidades de cada uno de ellos.

Durante décadas fueron cuidadosamente cuidados, como si hubiera intuido la importancia que irían a adquirir tanto tiempo después, aun cuando la misma Susana ya no estuviera con vida para poder contemplar el destino de lo que ya pasan a ser piezas del Museo de la Memoria Popular de Gualeguaychú.

Pero no sólo tenía previsto donar estos objetos, sino también una detallada explicación del significado de cada uno.

 

El florero con papel de correspondencias

Tanto Cristina como Susana (hijas) se enviaban cartas a menudo con su madre, quien las guardaba e intentó preservarlas del paso del tiempo y en cierto modo lo pudo lograr. Si bien la correspondencia fue protegida, lamentablemente la gran crecida del río Gualeguaychú en 1978 mojó el papel en el que se intercambiaban complicidades con su madre. Para continuar resguardándolas, utilizó el papel para construir un florero que es uno de los objetos donados este pasado lunes al nuevo Museo de Gualeguaychú.