Ciudad

Luis Luján: Corazón mágico

La ReVista Visión Municipal - Edición Agosto 2020

Si hay algo que no tiene fondo, es una galera de mago. Dicen los que saben, que de ella pueden salir metros y metros de pañuelos anudados entre ellos, conejos blancos, cartas de póker o palomas. Quizás, alguno de nosotros cuando niño, haya imaginado caer en una de ellas y allí encontrarse con un mundo maravilloso, que, además, guardaba los secretos más buscados de los ilusionistas que las portaban.

Hoy en La ReVista, queríamos imaginariamente, introducir la mano en una galera que sigue presente entre nosotros, la de nuestro compañero de trabajo Luis Luján. Hace unos días, el Honorable Concejo Deliberante de Gualeguaychú, colocó su nombre, en un merecido homenaje, al Centro Cultural de la Costanera del Tiempo, y desde este lugar, también queríamos recordarlo en varias de sus facetas, que se sumaban para construir ese ser maravilloso que era nuestro amigo Luis.

Luisito era como aquellos viejos juglares y trovadores que vemos en películas de reyes y caballeros. Como laúd, tenía una vieja valija marrón donde guardaba sus trucos, pero no era el único depósito de su magia, su cabeza, portadora siempre de una sonrisa en su fachada, guardaba dentro de ella miles y miles de poesías, cuentos y anécdotas.

Se lo podía ver en peñas, asados y comidas compartiendo con grandes y chicos sus milagros convertidos en prosa, canciones o magia. En la biblioteca del Magnasco, la de nuestra municipalidad, su querido Colegio Nacional o donde el sonido de unas cuerdas de guitarra lo llevaran. Su cabello, levemente moteado, hacia juego con su barba que no disimulaba algunas canas, “Es parte de la mística del mago, no será la de Merlín, pero se defiende” nos dijo un día compartiendo un asado en el parque con unos alumnos del Nacional. Ese día, abrió su valija y llenó de magia la tarde soleada del Parque Unzué. Los pañuelos, competían con las llamas de un embudo construido de papel, que hacia desaparecer el agua, la misma que, momentos antes, se había deslizado a su interior. Los dedos hábiles de prestidigitador, escondían bolitas de colores mientras nos distraía con su sonrisa, esa que lo acompañó por siempre, la que guardaba para afrontar las situaciones buenas, pero también las malas.

Luis hacia magia, ya sea con galeras o con plumas repletas de tinta, lograba juntar, en una canción, a Gardel con Shakira, nos ayudaba a imaginar, como si estuvieran frente nuestro, las aulas de una escuelita o el paisaje de su querida Ceibas. Sin perder el tiempo, sin respetar ni una pausa, cambiaba el ritmo suave de un cuento por la magia a las cuerdas de una guitarra.

En nuestros recuerdos, sus clavas de malabarista, se mimetizan con ese moñito al cuello que usaba en ocasiones. Los árboles se mecen lentamente y se escucha el gorjear de los pájaros que relataba, tan bellamente, en sus historias. Como no recordar frases de “Desvanes”, donde las calandrias trinaban tangos de Troilo. Imposible no transportarse, imaginariamente, al País de Los Matreros, esa bella zona del sur entrerriano, donde vivían los personajes de algunas de sus historias, reales o ficticios, algo que, para muchos de nosotros, siempre fue un secreto muy guardado.

Solíamos hacer rondas alrededor de su guitarra o de sus cuentos, gestos de admiración brotaban de nuestros rostros ante cada truco de magia que nos mostraba, su sonrisa era contagiosa, hasta cuando se ponía serio, le era imposible contener un pequeño gesto que la mostraba escondida detrás de esa momentánea dureza.

Dicen que es difícil hacer periodismo de periodistas, pero que difícil es escribir sobre un escritor como Luis, ¿qué podemos contar de un caminante de la vida? ¿quién de los que tuvo la dicha de conocerlo, no tiene una anécdota con él para relatar?

Esta vez fuimos egoístas, no buscamos testimonios fuera de este teclado. Además, para ser justos, no nos habría alcanzado el espacio para poner todo lo que sus miles de amigos podían contarnos. Seguramente, cuando varios lean estas líneas, nos reprocharán no haberlos llamado para volcar sus anécdotas en este relato, quizás sea el momento de escribir algo más extenso, tal vez alguno de esos amigos con los cuales compartía la magia y el amor por las letras podría intentarlo. Quizás el mundo merezca un libro repleto de anécdotas de su vida, las que fácilmente, podrían mezclarse con las que el relataba en sus libros.

Nosotros, mientras tanto, miraremos al cielo y escucharemos atentamente, quizás en aquella nube, en la que tiene forma de galera, siga haciendo cantar unas cuerdas, ese juglar de sueños que fue nuestro amigo Luis.

Igual, aunque parezca loco, si algún día volvemos a desfilar con la corneta en los Matecito, miraremos a todos lados, a lo mejor volvamos a escuchar su voz, acompañada de unas sonrisa, que nos diga “Dale, por lo menos un segundo, hace como que tocas y te saco la foto”.

Gracias por todo amigo Luis, tus trucos y tus letras, aún hoy nos siguen sonriendo.

 

 

 

Murga

Hombre rico

monociclo guitarra y magia


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