Museos
Memoria y soberanía
Malvinas nos une. En la causa histórica de la soberanía nacional sobre las islas; en el orgullo de nuestros caídos, de nuestros combatientes. En el dolor, en el compromiso contra las injusticias y los silencios. También en la esperanza.
Generalmente cuando pensamos en los grandes hechos de nuestra historia, como la Revolución de Mayo, la Independencia, las guerras civiles del siglo XIX, y procesos como la sanción del sufragio universal, el peronismo, los golpes de Estado o la guerra de Malvinas, estos se nos aparecen lejanos, sucediendo sólo en otros lugares, quizás en las grandes ciudades, y nos cuesta enfocar entonces ese espacio más cercano que es el ámbito local, el de nuestra comunidad. Los acontecimientos se nos alejan y perdemos dimensión de sus consecuencias. Pero algo siempre pasa aquí, aquello se gesta, se interpreta, se replica o se resignifica también en y desde eso que llamamos el ámbito local.
La Guerra de Malvinas también. ¿Cómo se vivió el conflicto en Gualeguaychú? ¿Qué sentimientos y acciones movilizó la guerra en la comunidad? ¿cómo transitaban la terrible espera las familias de los soldados? ¿Qué decía la prensa local? Son algunas de las preguntas que deben estar presentes a la hora de pensar Malvinas. Responderlas es una tarea extensa que no pretendemos saldar aquí. Pero arrojaremos algunas líneas para pensar.
Desde Gualeguaychú
A la complejidad propia de toda guerra se le suma el contexto político nacional. Argentina transitaba una dictadura militar, a partir del golpe de estado de 1976 que había iniciado un proceso genocida y que supuso la desaparición de personas, el asesinato, el secuestro y encierro clandestino, el terror social, la censura y la proscripción política. Es esa misma dictadura la que decide tomar en sus manos una causa histórica de nuestra nación como es la soberania sobre las islas Malvinas y del Atlántico sur.
El 2 de abril de 1982 las fuerzas armadas argentinas desembarcaron en las islas, tomaron posesión y desalojaron a las autoridades británicas. La bandera argentina volvía a flamear en las Malvinas, la patria recuperaba su integridad territorial, al mismo tiempo que se desencadenaba una escalada militar frente a una potencia colonial que no se quedaría en su lugar.
La recuperación de las islas tocaba las fibras más profundas de nuestra identidad nacional y, naturalmente, movilizó a la sociedad argentina. La causa Malvinas invocaba sentimientos de orgullo y dignidad nacional, de justicia y también de esperanzas. El enfrentamiento al viejo invasor despertó un entusiasmo que lo invadió todo. En cada ciudad, en cada pueblo, los vecinos y autoridades se convocaron en las plazas y se organizaron campañas de recaudación para la guerra. ¿Y en Gualeguaychú? También.
Aquí se conformó una Comisión Pro Defensa de la Soberanía Nacional, se realizaron marchas y actos en plazas; escuelas, sindicatos, universidades, clubes, organizaciones religiosas, estudiantiles, comisiones vecinales, partidos políticos de distintas ideologías, coincidían en el júbilo por la recuperación de las Malvinas. También se propusieron cambios en los nombres de calles y de instituciones, se organizaron charlas, misas, conferencias y se publicaban notas de opinión y poemas en los diarios.
La sociedad vivió intensamente esos 74 días de conflicto. Las familias de los soldados enviaban encomiendas, cartas, aguardando toda noticia, transitando su propio drama.
Los medios
Como es sabido, los medios de comunicación fueron un eslabón fundamental durante la guerra. A nivel nacional y local, se instalaba el famoso "Vamos ganando!", nutrido a través de crónicas, historias, reportajes, análisis, en revistas, diarios, radio y televisión. Historias familiares de soldados, detalles de armamento, aviones y buques, crónicas de combates, redundaban en la construcción de un clima triunfalista, que más que ajustarse a la realidad, se correspondía con los objetivos de la dictadura militar, que precisaba del entusiasmo y la esperanza popular.
La llegada y el avance de las fuerzas inglesas en las islas era relativizado y los resultados adversos eran diluidos en la esperanza de un triunfo final.
Al finalizar la guerra, la victoria inglesa parecía inexplicable.
Posguerra de silencios. Presente de memoria
La guerra finalizó el 14 de junio de 1982. Argentina se retiraba e Inglaterra recuperaba el control total de las islas. Se abría así un nuevo tiempo, con nuevas batallas. La crisis económica, la represión y la falta de participación política, la desaparición forzada de personas y los crímenes aberrantes que salían a la luz, comenzaban a acrecentar el descontento y a agotar los tiempos de la dictadura. El pueblo ya había protagonizado movilizaciones importantes como la Marcha a San Cayetano en noviembre de 1981 y la Marcha de Paz, Pan y Trabajo en marzo de 1982; los organismos de derechos humanos alzaban su voz y alcanzaba repercusión internacional.
Tal como señala el Informe Rattenbach, realizado por una Comisión de Análisis y Evaluación creada por la propia dictadura militar, “la decisión (de desencadenar el conflicto bélico), que se mantenía latente, estuvo influida por aspectos políticos particulares, tal, por ejemplo, la conveniencia de producir una circunstancia significativa que revitalizara el Proceso de Reorganización Nacional (…)”.
En 1983 retornaba la democracia y con ella la esperanza, mientras el régimen militar se centraba en forzar su impunidad. La experiencia del conflicto de Malvinas y sus profundas heridas fueron corridas a un costado de injusto silencio, inaugurando nuevas batallas, solitarias, contra el olvido.
La Guerra de Malvinas, otra vez, es un hecho complejo, intenso y contradictorio. Es los 649 caídos en el conflicto y los más de 300 producto del desamparo, la injusticia y el silencio de la posguerra. Es nuestros combatientes poniendo el cuerpo por nuestra patria y su bandera, legando valores y ejemplos de dignidad, es los vecinos organizándose y movilizándose solidariamente en cada rincón del país. Es también la mentira organizada de los medios, funcionales a una dictadura asesina, y es la improvisación, la falta de responsabilidad de los altos mandos de las fuerzas armadas.
Pero las luchas por memoria no son en vano. Nuestros ex combatientes y familiares de caídos, con esfuerzo y constancia, han ido revirtiendo los silencios y sombras, haciendo que nuestra sociedad, desde hace un tiempo ya, transite el sendero de la memoria, para reconocer las heridas y también los legados y las enseñanzas que nos brinda nuestra historia reciente.
Gualeguaychú se inscribe en esa tarea. Y estas palabras son parte de ello. Nuestros héroes de Malvinas son: Rubén Acuña, José Luis Andino (Pueblo Belgrano), Miguel Ángel Araujo, Francisco Horacio Arnolfi, Tito Arrascaeta (Pueblo Belgrano), Carlos Ayón (Pueblo Belgrano), Oscar Alfredo Carlés, Carlos Codrington, Osvaldo Collazo, Emilio Córdoba, Raúl Alberto Correa (Urdinarrain), Raúl Horacio Dimotta, Raúl Denardi (Urdinarrain), Luis Miguel Echandi, Carlos Alberto Fernández, Luis Osvaldo Frávega, Ángel Frías, Jorge Luis Frías, Rubén Oscar García, Luis Alberto Gómez, Jorge Kaczan, Miguel Ángel La Paz, Osvaldo Pedro Lucca, Rodolfo Antonio Luciano (Pueblo Belgrano), Héctor Miguel Mista, Carlos Mosto, Humberto Ochoa (Urdinarrain), Rubén Papes, Sergio Javier Pecot (Pueblo Belgrano), Héctor Pereyra, Oscar Pérez, Dionisio Petizco, Miguel Pradel, Jorge Miguel Rivas, Ángel Telma, Miguel Valenzuela, Gregorio Ventancour, Pedro Vergara.
Las Malvinas son argentinas. Malvinas nos une.