Ubicada en el Acceso Norte, a solo 15 minutos del centro de la ciudad, esta reserva abarca 302 hectáreas y forma parte del sistema de Áreas Naturales Protegidas Municipales. Es el destino perfecto para realizar caminatas, explorar su entorno y sumergirse en un paisaje único, donde conviven diversos ecosistemas.

Durante los recorridos por sus senderos, los visitantes pueden apreciar una impresionante biodiversidad, entre la que se destacan:

Más de 200 especies autóctonas de flora, como el Espinillo, Algarrobo, Ñandubay y Quebracho Blanco.

Más de 100 especies de aves, además de mamíferos, reptiles, anfibios y peces.

También, la reserva alberga vestigios arqueológicos que dan cuenta de la historia de la región. Entre ellos, se han encontrado puntas de flecha de los pueblos originarios. Estas piezas, resguardadas en el Museo Arqueológico Manuel Almeida, reflejan la conexión ancestral con el territorio. A partir del siglo XIX, la llegada de criollos y colonos europeos marcó un cambio en el paisaje, con un fuerte enfoque en la ganadería. Aún hoy se conservan construcciones originales de principios del siglo XX, como cascos de estancias, galpones y talleres, que dan testimonio de la actividad productiva de la época.

La reserva está abierta todos los días de 8 a 20, con entrada libre y gratuita. Está situada a tres kilómetros del cruce de la Ruta Nacional 14 y a 15 kilómetros de la ciudad, accediendo por la Ruta Provincial 20 y un camino de tierra.